José Segovia Pérez
Filósofo y escritor
Los organizadores de este curso señalan sus objetivos con mucha precisión.
Filósofo y escritor
Los organizadores de este curso señalan sus objetivos con mucha precisión.
“Las grandes infraestructuras y los equipamientos sobredimensionados e infructuosos son otra de las caras del modelo urbanístico despilfarrador de territorio y de todo tipo de recursos. Los poderes públicos han actuado animados por el “enriquecimiento” de las arcas públicas que estaba produciendo el boom, guiados por unas políticas irresponsables de “venta de falsas necesidades” y en un clima de estéril competencia interterritorial. Y todo ello ante la mirada complaciente del conjunto de la sociedad”.
La megamáquina
En la historia de la humanidad, los megaproyectos comienzan con lo que Lewis Mumford llama la Megamáquina[1]. Denuncia la cosificación de la persona a manos del imperativo tecnológico (Todo lo que puede hacerse debe hacerse):
“Con esta nueva «megatécnica» la minoría dominante creará una estructura uniforme, omniabarcante y superplanetaria diseñada para operar de forma automática. En vez de obrar como una personalidad autónoma y activa, el hombre se convertirá en un animal pasivo y sin objetivos propios, en una especie de animal condicionado por las máquinas, cuyas funciones específicas (tal como los técnicos interpretan ahora el papel del hombre) nutrirán dicha máquina o serán estrictamente limitadas y controladas en provecho de determinadas organizaciones colectivas y despersonalizadas”[2].
Además de que este texto recuerda el lema de la Exposición Universal de Chicago de 1932 (“La ciencia descubre, la industria aplica, el hombre se somete”), lo que desvela Lewis Mumford es que la estructura de las sociedades autoritarias es siempre la misma y se repite en las culturas y las civilizaciones, aunque no solo en ellas.
La debilidad democrática de una sociedad se manifiesta en la falta de control de sus instituciones hacia los que violan los principios básicos de la democracia ciudadana: corruptos, antidemócratas, etc. Aún más debilidad manifiestan las sociedades que recurren a legislaciones muy duras contra los derechos elementales de los ciudadanos so pretexto de salvaguardar la legitimidad democrática. Mientras en Atenas no había una policía política contra los enemigos de la democracia, en Esparta esa policía era poderosa en su celo de guardiana de la dictadura espartana. Cuanto más débil es la democracia en una sociedad más primacía tiene la seguridad sobre la libertad.