martes, 21 de mayo de 2024

UNAS BREVES CONSIDERACIONES SOBRE EL “PROBLEMA" DE LA BAJA NATALIDAD

 Desde hace algún tiempo proliferan las noticias y opiniones sobre la "extremadamente baja" natalidad de la población española, interpretándose como un grave problema. Podría pensarse que se ha descubierto ahora que la natalidad registra en nuestra sociedad una evolución descendente desde hace ya 50 años y que llevamos decenios batiendo récords de baja fecundidad en Europa y en el mundo.



Fuente INE. Elaboración. Propia.


 Fuente: INE. Movimiento Natural de la Población,  Elaboración propia. 


A partir de la constatación de la fuerte tendencia descendente de la natalidad, es oportuno reflexionar sobre las posibles causas y las principales consecuencias en el presente y para el futuro, así como sobre las posibles líneas de intervención.  

Preocupa que el saldo vegetativo sea negativo (-133.250 personas en 2022).  Para que el saldo vegetativo vuelva a ser positivo habría que conseguir que la Tasa Bruta de Natalidad (6,88 nacimientos por cada mil habitantes, en 2022) llegase a ser mayor que la Tasa Bruta de Mortalidad (9,67 defunciones por cada mil habitantes). En 2022 la TBN ha decrecido un 3,11% mientras que la TBM ha aumentado un 2,23%. Sobre el crecimiento de esta última no hay posibilidad de intervenir ya que básicamente depende de la propia inercia de la pirámide. 

Para conseguir que volviese a registrarse crecimiento vegetativo sería necesario que aumentase considerablemente la fecundidad, lo que, viendo la evolución descendente de los últimos decenios y el comportamiento de los principales condicionantes (culturales, mercado de trabajo, mercado de vivienda…), resulta muy poco probable la hipótesis de que el saldo vegetativo de las personas nacidas en España pueda cambiar sensiblemente su tendencia. El Indicador Coyuntura de la Fecundidad era 1,16 hijos por mujer en 2022, habiendo registrado un decrecimiento del 1,99 % en el año. Además, dejando al margen el posible efecto de la inmigración, será determinante la tendencia decreciente del número de mujeres en edad fértil.

Si lo que preocupa es el crecimiento de la población, el saldo migratorio (una media de unas 400.000 personas más al año en el último quinquenio) viene compensando ampliamente el saldo natural negativo, pero no se debe olvidar la complejidad de los flujos migratorios y la incertidumbre de sus tendencias futuras. 

Cuando se ve como problema que la baja natalidad hace que sea mayor la proporción de pensionistas, habría que considerar que más nacimientos harían aumentar inmediatamente la “población económicamente dependiente” y en nada modificaría hasta dentro de más de 20 años la relación “cotizantes/pensionistas”. Un hipotético aumento de la natalidad haría crecer la base de la pirámide (jóvenes dependientes) y ello supondría, inmediatamente, una mayor carga económica para las familias y para el Estado. Además, para que el aumento de la natalidad llegue a ser positivo, por mejorar a largo plazo la relación cotizantes/pensionistas, habría que solucionar primero la integración de los jóvenes en el sistema productivo.  Actualmente generaciones de jóvenes, menguadas por la baja natalidad, presentan las mayores tasas de paro. 

La valoración de los efectos que la baja natalidad pudiera tener sobre el crecimiento y la composición de la población  incorpora opiniones contradictorias desde Malthus. Se defiende que la persistencia a lo largo del tiempo de un nivel muy bajo de natalidad y una población cada vez más envejecida termina poniendo en cuestión el mantenimiento del sistema de pensiones, del servicio sanitario, de la atención a la dependencia física y cognoscitiva de una población mayor cada vez más numerosa. El apoyo a la natalidad se ve como una “inversión de futuro”. A esto se contraargumenta con que la solución está en el aumento de la productividad: no en cuantos somos produciendo sino en cuánta riqueza sea capaz de generar el sistema productivo y en cómo se distribuya.  

Se confía en que la fecundidad de las inmigrantes incidirá positivamente en la natalidad total. La proporción de nacimientos de madres extranjeras va creciendo hasta duplicarse en los últimos 20 años (10,36% en 2002 y 22,95% en 2022), pero el crecimiento de la población inmigrante no ha modificado la tendencia descendente del total de nacimientos. Además, un principio observado en todos los países es que la fecundidad de las inmigrantes tiende a converger con la de las madres autóctonas. En todo caso, la incidencia de las migraciones sobre la natalidad y sobre la composición de la población dependerá del perfil de los migrantes ( edad, jóvenes solos, mujeres solas, familias completas, procedencias, cultura, estatus económico, nivel formativo…)

Cuando se argumenta que la inmigración puede solventar la insuficiencia de la población activa provocada por la persistencia de la baja natalidad, hay que considerar también la complejidad de los procesos de integración y, nuevamente, que, a efectos económicos en la sociedad digital, no importa tanto la cantidad como la “cualificación” de la población activa. 





Fuente INE. Elaboración propia



Fuente INE



Las mujeres se ven en la imposibilidad de ejercer el derecho a tener los hijos que desean tener, sin que la maternidad se convierta en un obstáculo para su desarrollo personal y profesional.   En una sociedad de personas formadas e informadas hay un lógico retraimiento ante la responsabilidad de tener y criar a un hijo en un contexto social y económico adverso, plagado de dificultades e incertidumbres. Junto a la precariedad laboral, las dificultades económicas para acceder a una vivienda favorecen el retraso de la fecundidad, que es un factor fundamental de la disminución del número de hijos y en el tamaño de los hogares. Igualmente, queda camino por andar en el recorrido hacia la igualdad de género en los ámbitos laboral y familiar.


De la Encuesta de fecundidad, 2018

 Más de la mitad de las mujeres de 30 a 34 años no ha tenido aún hijos. 

 El 83,4% de las mujeres de 30 a 34 años con hijos y el 67,2% de las de 35 a 39 años retrasaron el nacimiento de su primer hijo entre dos y cinco años respecto de lo que consideraban ideal por la suma de las razones laborales, económicas y de conciliación de la vida familiar y laboral. 

 La proporción de mujeres sin hijos ha aumentado del 13%, entre las nacidas en los años 40, al 23%, entre las nacidas a principios de los años 70.

 El 39% de las mujeres de 45 a 55 años sin descendencia habrían deseado tener hijos.

 Los nacimientos no matrimoniales representan cerca de un 50% del total y los nacimientos de madres “sin pareja” (hogares monoparentales) cerca de un 18% 

 El promedio de hijos deseados es 1,96 entre las mujeres y 1,86 entre los hombres.-

INE. (1919) Encuesta de Fecundidad, 1918 https://www.ine.es/prensa/ef_2018_d.pdf

-Castro-Martín, T et al (2021) ¿Cómo mejorar la natalidad en España? En FEDEA Estudios sobre la economía española 2021-4. 21 p. https://documentos.fedea.net/pubs/eee/eee2021-04.pdf


Los poderes públicos no ofrecen el apoyo suficiente a quienes desearían tener un hijo. Si se considera conveniente para el conjunto de la sociedad el aumento de la natalidad, deberían ser mayores las ayudas a las familias para atender los costes asociados al nacimiento de un hijo, desde el embarazo hasta su emancipación. En términos de PIB, el presupuesto dedicado en España a ayudas a la familia no llega a ser un tercio del que se dedica, por ejemplo, en Francia o Suecia.

Son necesarias medidas dirigidas a eliminar las dificultades que tienen los jóvenes para el acceso al empleo y la inseguridad y la precariedad laboral que padecen. Igualmente, se necesitan medidas y ayudas para que la responsabilidad del cuidado y crianza de los hijos sean realmente compartidas. El alargamiento y la equiparación de mujeres y hombres en los permisos por maternidad son medidas favorecedoras, pero insuficientes. 

La experiencia internacional indica que las ayudas económicas directas no son eficaces. El “cheque bebe” (2.500 euros por nacimiento) que estuvo vigente en España de 2007 a 2010, no reflejó incidencia en la tasa de fecundidad. Son más eficaces las ayudas sociales indirectas: seguridad en el empleo, medidas favorecedoras de la conciliación y vivienda social. Garantizar el acceso universal y gratuito a guarderías infantiles de 0 a 3 años podría ser una de las medidas más eficaces.

La evolución de la fecundidad en la sociedad española no es un fenómeno natural, es un proceso de cambio social de hondo calado, no sólo demográfico, al que nunca se le ha prestado la atención que merece. 

JULIO VINUESA




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