Intervención de la Delegada del Área de Gobierno de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento de Madrid, Pilar Martínez, en la inauguración del curso “Madrid, una ciudad para las personas. El compromiso de la participación”.
-27 de octubre de 2011-
Quiero agradecer a los organizadores del curso “Madrid, una ciudad para las personas” haberme invitado a la sesión inaugural, así como su compromiso a través de este curso en un proceso que sin ninguna duda, es de todos.
En términos procedimentales, el tema que consideramos más relevante es llevar a cabo una revisión del Plan General en cooperación con los restantes niveles de gobierno y con la sociedad civil. El tipo de transformaciones que queremos consolidar y fomentar requieren de un esfuerzo colectivo que desborda las capacidades del gobierno de la ciudad. El cambio en el término municipal requiere del concurso de la sociedad civil en su conjunto, de los actores económicos y sociales en particular, y de la participación de la ciudadanía.
El nombre de este curso “Madrid, una ciudad para las personas” alude a la esencia misma de la idea de lo urbano. Decía Robert Park, sociólogo urbano estadounidense que “una ciudad es algo más que un conjunto de individuos y de conveniencias sociales, más que una serie de calles, edificios, luces o tranvías; algo más también que una mera constelación de instituciones y cuerpos administrativos, hospitales, escuelas y funcionarios. Es más bien un estado de ánimo, contenido en el proceso vital del pueblo que la compone, es un producto de la naturaleza humana. Así pues, indirectamente y sin tener plena conciencia de la naturaleza de su obra, al crear la ciudad, el hombre se recrea a sí mismo”.
Es por esto que las ciudades se parecen mucho a las personas y como las personas, necesitan metas y objetivos para orientar y dirigir su andadura vital. Estos objetivos, en el caso de las ciudades, tienen mucho que ver con la definición de su “modelo de futuro”. Todas las grandes ciudades de la historia se han construido sobre un modelo que ha determinado su identidad urbana, ya fuera la férrea defensa de sus habitantes, el control de un territorio o su posicionamiento estratégico en las rutas comerciales. Pero es verdad que en Europa hay muchas urbes en declive porque nacieron para cumplir una función que ya no cumplen y deben encontrar otro camino o convertirse en marginales en el globalizado mundo contemporáneo. Londres, por ejemplo, ha perdido la industria pesada de la primera revolución industrial, que forjó su identidad en el siglo XIX, pero se ha reconvertido exitosamente en el principal centro financiero de Europa a finales del siglo XX.
Desde hace bastante tiempo las ciudades compiten entre sí para obtener inversiones y atraer talento, pero no todas ellas compiten en la misma división. Es así que deberíamos preguntarnos: ¿en que liga y a qué juega Madrid? Hoy las grandes ciudades punteras no fabrican; piensan y organizan. Los trabajos fundamentales en la mayoría de ellas no son manuales, procesan información y utilizan esa información para producir valor. Si queremos que nuestra ciudad cuente en esta primera división de ciudades punteras, compitiendo por la localización de actividades económicas de alto nivel con una componente de innovación y valor añadido, es imprescindible que Madrid defina con claridad su “modelo de futuro”.
Desde el Ayuntamiento hemos estado trabajando en el perfeccionamiento de ese modelo durante estos últimos años, pero es ahora, con ocasión de la Revisión del Plan General de Ordenación Urbana de la Ciudad, cuando vamos a proponer a los madrileños debatir sobre el Madrid del siglo XXI, ya que el Plan General constituye, en su vertiente urbanística, la expresión de un “proyecto de ciudad”. Esto significa que el Planeamiento municipal no es un mero instrumento técnico de carácter aséptico, sino la manifestación de la voluntad de la ciudad en cuanto a sus grandes opciones de futuro, plasmada en la elección de una determinada alternativa de ordenación territorial. Pero en una ciudad democrática, ningún modelo propuesto puede considerarse exitoso si no es asumido por la mayor parte de sus ciudadanos, los verdaderos protagonistas del destino de la ciudad. Por eso aludiremos a la más alta participación de todos los madrileños para que se comprometan como agentes activos en la construcción de este modelo de futuro.
Estamos convencidos de que este modelo que necesita Madrid pasa por mejorar las posibilidades de implantación de actividades económicas desarrollando al máximo las potencialidades productivas de la ciudad, incorporando la inteligencia, la innovación y las nuevas tecnologías como factor determinante de desarrollo económico mediante la aportación de valor añadido. Madrid debe ser una ciudad capaz de atraer y generar talento, creatividad, innovación y, por tanto inversión. Incorporaremos regulaciones urbanísticas que promuevan el empleo a través de incentivos. La actividad productiva debería considerarse por tanto como una actividad protagonista, complementaria de la ciudad de servicios financieros, culturales y comerciales. Madrid debe impulsar el desarrollo de una gestión pública ágil y flexible, capaz de minimizar trabas burocráticas con una coordinación e integración eficiente de las políticas locales.
El modelo de Madrid, asumiendo el desarrollo sostenible como principio rector de la ordenación urbanística, debería configurarse con sensibilidad y responsabilidad ambiental compaginando la sostenibilidad y la accesibilidad mediante el desarrollo de un modelo de movilidad basado en el transporte público y privado, atendiendo todas las necesidades de movilidad y transporte de todas las personas y, en particular, en promover los medios “blandos” de movilidad, tanto en la ciudad central como en los nuevos desarrollos. Un modelo de desarrollo dirigido a la rehabilitación y al reciclaje de la ciudad existente, continuando con el proceso de revitalización del centro urbano e incorporando criterios de eficiencia y consumo energético responsable.
Este modelo de futuro debería ser garantía de una ciudad equilibrada en lo social, diversa y compleja, justa social y territorialmente, y articulada espacialmente sin fracturas entre sus partes, entendida como conjunto “centro-periferia”. La revitalización del centro y los distritos de la periferia tendrán en el nuevo plan una atención especial, constituyéndose nuevas centralidades que mejoren la calidad de vida de sus habitantes y la competitividad económica de la ciudad. Madrid debería ser, por tanto, una ciudad en la que la convivencia sea reflejo de la “seguridad” de sus ciudadanos, una ciudad exponente y referente de valores democráticos y en la que la acción política sea un claro reflejo de la participación de la ciudadanía.
Este modelo, en definitiva, debería promover una ciudad que ofrezca una calidad de vida percibida como tal por el conjunto de sus ciudadanos y visitantes, con un paisaje urbano de calidad y un modelo de movilidad que integre al peatón como sujeto esencial del espacio público. Un modelo que incorpore la cultura como elemento de construcción de ciudadanía y preserve su rico patrimonio urbano, pero integrando usos y actividades contemporáneas, ya que una ciudad líder y atractiva no debería perder esos rasgos de identidad que la hacen única y que han sido construidos en años de historia.
Y hablamos de la calidad de vida al final no porque sea un factor menos importante, sino justamente lo contrario. Pero pensamos que cualquier reflexión sobre la idea de calidad de vida pasa por que la ciudad brinde oportunidades a los ciudadanos para acceder a un empleo digno, sin el cual el resto de las condiciones vitales pasa a un segundo plano. Es por esto que el impulso de las actividades económicas se encuentra en el frontispicio del modelo que proponemos, en la seguridad de que constituye una condición indispensable para alcanzar cualquier objetivo de cohesión social y de calidad en la vida cotidiana de cualquier ciudad.
El curso que hoy se presenta persigue como principal objetivo llamar a la participación de los ciudadanos. Ese también es uno de los principales objetivos de la Revisión del Plan General. Porque no debemos olvidar que un Plan es un instrumento operativo para propiciar una “idea de ciudad”, la cual debe ser construida colectivamente por el conjunto de sus ciudadanos. Y estamos convencidos de que solamente el impulso del debate, la reflexión y la participación en los problemas y las oportunidades de la ciudad provocará una mayor identificación y compromiso de todos en la construcción de este modelo de futuro.
Las ciudades constituyen la más importante construcción de la cultura humana. Mucho se ha escrito sobre ellas, sobre sus virtudes y sus miserias, y mucho también se ha teorizado sobre los instrumentos urbanísticos más adecuados para transformarlas. Pero pocos se han acercado tanto al sentido de lo urbano como Italo Calvino[1], en su libro “Las ciudades invisibles”, una especie de reescritura del libro de las maravillas de Marco Polo, cuando describe a su “Imaginaria e Invisible” ciudad de Zenobia:
“No se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal y como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es que si a quien vive en Zenobia se le pide que describa cómo sería para él una vida feliz, la que imagina es siempre una ciudad como Zenobia. Dicho esto, es inútil decir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir a las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos, o logran borrar la ciudad, o son borrados por ella”.
Por eso os invito a participar, hacernos llegar vuestras conclusiones y trabajar intensamente para que, entre todos, hagamos de Madrid una ciudad que siga dando forma a los deseos y a los sueños de todos los madrileños.
-Muchas gracias-
[1] Italo Calvino (1923-1985) Uno de los escritores italianos más importantes del siglo XX Texto del libro: “Las ciudades Invisibles”
-27 de octubre de 2011-
Quiero agradecer a los organizadores del curso “Madrid, una ciudad para las personas” haberme invitado a la sesión inaugural, así como su compromiso a través de este curso en un proceso que sin ninguna duda, es de todos.
En términos procedimentales, el tema que consideramos más relevante es llevar a cabo una revisión del Plan General en cooperación con los restantes niveles de gobierno y con la sociedad civil. El tipo de transformaciones que queremos consolidar y fomentar requieren de un esfuerzo colectivo que desborda las capacidades del gobierno de la ciudad. El cambio en el término municipal requiere del concurso de la sociedad civil en su conjunto, de los actores económicos y sociales en particular, y de la participación de la ciudadanía.
El nombre de este curso “Madrid, una ciudad para las personas” alude a la esencia misma de la idea de lo urbano. Decía Robert Park, sociólogo urbano estadounidense que “una ciudad es algo más que un conjunto de individuos y de conveniencias sociales, más que una serie de calles, edificios, luces o tranvías; algo más también que una mera constelación de instituciones y cuerpos administrativos, hospitales, escuelas y funcionarios. Es más bien un estado de ánimo, contenido en el proceso vital del pueblo que la compone, es un producto de la naturaleza humana. Así pues, indirectamente y sin tener plena conciencia de la naturaleza de su obra, al crear la ciudad, el hombre se recrea a sí mismo”.
Es por esto que las ciudades se parecen mucho a las personas y como las personas, necesitan metas y objetivos para orientar y dirigir su andadura vital. Estos objetivos, en el caso de las ciudades, tienen mucho que ver con la definición de su “modelo de futuro”. Todas las grandes ciudades de la historia se han construido sobre un modelo que ha determinado su identidad urbana, ya fuera la férrea defensa de sus habitantes, el control de un territorio o su posicionamiento estratégico en las rutas comerciales. Pero es verdad que en Europa hay muchas urbes en declive porque nacieron para cumplir una función que ya no cumplen y deben encontrar otro camino o convertirse en marginales en el globalizado mundo contemporáneo. Londres, por ejemplo, ha perdido la industria pesada de la primera revolución industrial, que forjó su identidad en el siglo XIX, pero se ha reconvertido exitosamente en el principal centro financiero de Europa a finales del siglo XX.
Desde hace bastante tiempo las ciudades compiten entre sí para obtener inversiones y atraer talento, pero no todas ellas compiten en la misma división. Es así que deberíamos preguntarnos: ¿en que liga y a qué juega Madrid? Hoy las grandes ciudades punteras no fabrican; piensan y organizan. Los trabajos fundamentales en la mayoría de ellas no son manuales, procesan información y utilizan esa información para producir valor. Si queremos que nuestra ciudad cuente en esta primera división de ciudades punteras, compitiendo por la localización de actividades económicas de alto nivel con una componente de innovación y valor añadido, es imprescindible que Madrid defina con claridad su “modelo de futuro”.
Desde el Ayuntamiento hemos estado trabajando en el perfeccionamiento de ese modelo durante estos últimos años, pero es ahora, con ocasión de la Revisión del Plan General de Ordenación Urbana de la Ciudad, cuando vamos a proponer a los madrileños debatir sobre el Madrid del siglo XXI, ya que el Plan General constituye, en su vertiente urbanística, la expresión de un “proyecto de ciudad”. Esto significa que el Planeamiento municipal no es un mero instrumento técnico de carácter aséptico, sino la manifestación de la voluntad de la ciudad en cuanto a sus grandes opciones de futuro, plasmada en la elección de una determinada alternativa de ordenación territorial. Pero en una ciudad democrática, ningún modelo propuesto puede considerarse exitoso si no es asumido por la mayor parte de sus ciudadanos, los verdaderos protagonistas del destino de la ciudad. Por eso aludiremos a la más alta participación de todos los madrileños para que se comprometan como agentes activos en la construcción de este modelo de futuro.
Estamos convencidos de que este modelo que necesita Madrid pasa por mejorar las posibilidades de implantación de actividades económicas desarrollando al máximo las potencialidades productivas de la ciudad, incorporando la inteligencia, la innovación y las nuevas tecnologías como factor determinante de desarrollo económico mediante la aportación de valor añadido. Madrid debe ser una ciudad capaz de atraer y generar talento, creatividad, innovación y, por tanto inversión. Incorporaremos regulaciones urbanísticas que promuevan el empleo a través de incentivos. La actividad productiva debería considerarse por tanto como una actividad protagonista, complementaria de la ciudad de servicios financieros, culturales y comerciales. Madrid debe impulsar el desarrollo de una gestión pública ágil y flexible, capaz de minimizar trabas burocráticas con una coordinación e integración eficiente de las políticas locales.
El modelo de Madrid, asumiendo el desarrollo sostenible como principio rector de la ordenación urbanística, debería configurarse con sensibilidad y responsabilidad ambiental compaginando la sostenibilidad y la accesibilidad mediante el desarrollo de un modelo de movilidad basado en el transporte público y privado, atendiendo todas las necesidades de movilidad y transporte de todas las personas y, en particular, en promover los medios “blandos” de movilidad, tanto en la ciudad central como en los nuevos desarrollos. Un modelo de desarrollo dirigido a la rehabilitación y al reciclaje de la ciudad existente, continuando con el proceso de revitalización del centro urbano e incorporando criterios de eficiencia y consumo energético responsable.
Este modelo de futuro debería ser garantía de una ciudad equilibrada en lo social, diversa y compleja, justa social y territorialmente, y articulada espacialmente sin fracturas entre sus partes, entendida como conjunto “centro-periferia”. La revitalización del centro y los distritos de la periferia tendrán en el nuevo plan una atención especial, constituyéndose nuevas centralidades que mejoren la calidad de vida de sus habitantes y la competitividad económica de la ciudad. Madrid debería ser, por tanto, una ciudad en la que la convivencia sea reflejo de la “seguridad” de sus ciudadanos, una ciudad exponente y referente de valores democráticos y en la que la acción política sea un claro reflejo de la participación de la ciudadanía.
Este modelo, en definitiva, debería promover una ciudad que ofrezca una calidad de vida percibida como tal por el conjunto de sus ciudadanos y visitantes, con un paisaje urbano de calidad y un modelo de movilidad que integre al peatón como sujeto esencial del espacio público. Un modelo que incorpore la cultura como elemento de construcción de ciudadanía y preserve su rico patrimonio urbano, pero integrando usos y actividades contemporáneas, ya que una ciudad líder y atractiva no debería perder esos rasgos de identidad que la hacen única y que han sido construidos en años de historia.
Y hablamos de la calidad de vida al final no porque sea un factor menos importante, sino justamente lo contrario. Pero pensamos que cualquier reflexión sobre la idea de calidad de vida pasa por que la ciudad brinde oportunidades a los ciudadanos para acceder a un empleo digno, sin el cual el resto de las condiciones vitales pasa a un segundo plano. Es por esto que el impulso de las actividades económicas se encuentra en el frontispicio del modelo que proponemos, en la seguridad de que constituye una condición indispensable para alcanzar cualquier objetivo de cohesión social y de calidad en la vida cotidiana de cualquier ciudad.
El curso que hoy se presenta persigue como principal objetivo llamar a la participación de los ciudadanos. Ese también es uno de los principales objetivos de la Revisión del Plan General. Porque no debemos olvidar que un Plan es un instrumento operativo para propiciar una “idea de ciudad”, la cual debe ser construida colectivamente por el conjunto de sus ciudadanos. Y estamos convencidos de que solamente el impulso del debate, la reflexión y la participación en los problemas y las oportunidades de la ciudad provocará una mayor identificación y compromiso de todos en la construcción de este modelo de futuro.
Las ciudades constituyen la más importante construcción de la cultura humana. Mucho se ha escrito sobre ellas, sobre sus virtudes y sus miserias, y mucho también se ha teorizado sobre los instrumentos urbanísticos más adecuados para transformarlas. Pero pocos se han acercado tanto al sentido de lo urbano como Italo Calvino[1], en su libro “Las ciudades invisibles”, una especie de reescritura del libro de las maravillas de Marco Polo, cuando describe a su “Imaginaria e Invisible” ciudad de Zenobia:
“No se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal y como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es que si a quien vive en Zenobia se le pide que describa cómo sería para él una vida feliz, la que imagina es siempre una ciudad como Zenobia. Dicho esto, es inútil decir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir a las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos, o logran borrar la ciudad, o son borrados por ella”.
Por eso os invito a participar, hacernos llegar vuestras conclusiones y trabajar intensamente para que, entre todos, hagamos de Madrid una ciudad que siga dando forma a los deseos y a los sueños de todos los madrileños.
-Muchas gracias-
[1] Italo Calvino (1923-1985) Uno de los escritores italianos más importantes del siglo XX Texto del libro: “Las ciudades Invisibles”
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